INAUGURACION
DE LA UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO
Sueños
y Misión de nuestra universidad
Hace doscientos treinta años, en una triste mañana de
agosto, este lejano reino despertó conmovido porque su rey expulsaba
de todos los dominios de España a una orden religiosa que formaba
parte integral del alma y del tejido cultural de esta patria. Con el
Abate Molina, Lacunza y tantos otros, partían maestros y sacerdotes
jesuitas que habían contribuido como pocos a forjar nuestras
raíces. Aunque parezca extraño, la universidad que hoy
todos juntos fundamos es un modo de regreso. Pero volvemos no mirando
hacia atrás porque nuestro talante, heredado de Ignacio, nos
impele a discernir los desafío que la hora presente y el futuro
le deparan a la Patria y a la Iglesia. Esta universidad es una misión
recomenzada porque en Chile, después de tantos años, hay
tareas pendientes. Hemos querido que presida este acto la imagen de
San Ignacio que estaba en el noviciado de la Compañía
de Jesús en tiempos de la colonia, ella nos vio partir hace dos
siglos y ella con sus ojos serenos y profundos nos invita a marchar
hoy por nuevos rumbos.
RAICES Y UNIVERSALISMO
No
partimos de cero. Después de más de treinta años
de investigación y docencia a través de Ilades y el Cide,
queremos recoger esa experiencia y extenderla a nuestra patria y a los
otros países de América latina. En esta hora de la historia,
intentamos crear una institución que se ocupe no sólo
los problemas del país sino que humildemente contribuya a la
fraternidad entre los pueblos porque todos nos hemos ido haciendo paulatinamente
ciudadanos del mundo. Hoy la humanidad tiene los medios para estrechar
sus manos y hay que ayudarla a emplear esos recursos para rehacer el
designio original de Dios. La catolicidad, es decir la universalidad,
tan central en el pensamiento de Ignacio, es fuente de horizontes; ella
rompe estrecheces; ubica en un contexto amplio los problemas y nos inserta
de lleno en la tarea de construir una nueva humanidad. Esta Universidad
pretende situarse en esa perspectiva.
Nacemos
en un momento particularmente atractivo de Chile, cuando quebrados los
márgenes que nuestra lejana geografía nos impone, nos
hemos abierto al mundo y por esa apertura han entrado infinitas posibilidades
para poder crecer y desarrollarnos...pero también, por esa brecha,
se introduce la posibilidad de perder nuestras raíces y confundir
el alma. El cambio de cultura que experimentamos remece hasta en sus
basamentos el sistema de valores que ha dado sentido a nuestras vidas.
Lo que era claro y definido a nuestros padres se ha empañado,
se perdieron las evidencias y es tarea de nuestra generación
y de la que viene, discernir, abrir los nuevos tiempos, roturar nuevas
sendas, sabiendo conservar aquello que debe perdurar. Sentimos que es
un momento fundacional para Chile. Como nunca en tales circunstancias
hemos de formar personas capaces de ser sujetos de la historia; hombres
y mujeres capaces de ordenar su casa y humanizar los cambios. Si en
toda época esta ha sido tarea irrenunciable de una verdadera
Universidad, en este tiempo en que la modernidad puramente racionalista
en lo científico, lo político y lo económico ha
mostrado sus vacíos surgen las exigencias más que de refundar
la patria, de refundar al ser humano . Vivimos un momento particularmente
propicio para hacer un aporte al hombre porque hemos tomado conciencia
del vacío y sedientos buscamos alternativas A menudos atraídos
por la novedad, hemos abierto nuestras fronteras y sin discernimiento,
sin pensamiento propio, sin espíritu crítico, hemos copiado,
hemos repetido recetas y lecciones haciendo tristes remedos, corriendo
el riesgo de vender el alma. Hay sectores importantes de nuestra sociedad,
entre los que se cuentan muchos intelectuales y profesionales, que se
han expatriado aun cuando siguen viviendo en el país. Son trasplantados
como aquellos que vivían en París en el siglo XIX. Su
lenguaje, su nivel de consumo, su ciencia y hasta su misma técnica
no corresponden a lo que en verdad somos y necesitamos.
NUESTRA VOCACION ETICA
En
este momento apasionante de transición, de esperanza y desconcierto,
la misión de la universidad recobra una importancia insoslayable.
No podemos contentarnos con formar profesionales. Si la universidad
no es capaz de interesarse por un proyecto de país, un proyecto
de humanidad que dé sentido, orientación y coherencia
a todos nuestros desvelos y en particular al trabajo intelectual, ella
estaría fallando a su misión. Es una traición al
espíritu universitario formar especialistas eximios en parcelas
pero incapaces de mirar el conjunto. Ese conjunto necesariamente está
ligado con una perspectiva ética. Se ha encajonado la ética
en el ámbito de la corrupción o del desorden sexual. Se
habla de ella para lamentar los males que nos aquejan pero no nos tomamos
el trabajo de pensar que esos males, la corrupción, el desorden
sexual, la violencia, el narcotráfico son sólo consecuencias
de algo que no queremos cuestionar. Creemos un deber ampliar y profundizar
el debate ético en nuestra sociedad. Hay que reformular las preguntas
esenciales porque tal vez como sociedad estamos respondiendo a interrogantes
mal planteados. El número de suicidios en el sistema escolar
no se debe a la calidad de los profesores o a una reprimenda recibida.
Es un problema de sentido profundo al que no responde la cultura imperante.
Es bueno que clarifiquemos la imagen de hombre que queremos, el tipo
de país. Es bueno que pongamos en la mesa los grandes desgarrones
que nos rompen el alma para buscar juntos una solución.
La ética se interroga por el bien que el hombre busca, ella define
un ideal; es un anhelo y una esperanza que norma nuestros pasos. ¿Qué
andamos añorando? ¿Dónde ponemos la realización
humana? ¿Qué sueños hemos forjados para nuestra
sociedad? O como diría San Ignacio ¿Cuáles son
nuestros grandes deseos? Todo debe contribuir a responder estas preguntas,
por eso todo nuestro saber y trabajar debe estar imbuido de sentido
ético. En esa perspectiva, por cierto que es necesario preocuparse
para que la economía sea eficiente. De eso depende una parte
importante de las soluciones que buscamos...es indispensable preocuparse
del valor del dólar, pero el problema de fondo de Chile no radica
en el valor de esa moneda sino en otros valores. Es razonable y necesario
que demos cursos de formación afectivo sexual a nuestros jóvenes
llámense estos JOCAS o de otro modo...pero esos cursos carecen
de toda significación si no se enseña previamente que
el don de si, el sacrificio por los demás , el preocuparse por
el dolor ajeno, la solidaridad, la necesidad de trascendencia, el vivir
con un sentido, y el encuentro definitivo con Dios forman el núcleo
más humano de lo humano. La ética es un gran proyecto
de humanización y en ese proyecto quisiéramos empeñarnos
como universidad.
Todas
las técnicas, y todo los saberes científicos, incluido
los religiosos, deben amarrarse como el vértice de una pirámide
en torno a valores que den sentido y amalgamen al conjunto. De otro
modo la empresa que construyamos será vana y disgregada. Esto
supone el esfuerzo de todos: investigadores, docentes alumnos y administrativos.
La universidad es por esencia interdisciplinaridad. He releído
con emoción en estos días, el discurso de Andrés
Bello primer rector de la Universidad de Chile. El insiste allí
en que " todas las verdades se tocan...todas las facultades humanas
forman un sistema en que no puede haber regularidad y armonía
sin el concurso de cada uno. No se puede paralizar una fibra, una sola
fibra del alma sin que todas las otras se enfermen".
COMPROMISO CRISTIANO Y PLURALISMO
Ante
tal desafío social y cultural consideramos que una Universidad
que se inspira en el Evangelio de Jesús tiene una gran responsabilidad.
Ella como la Iglesia debería ser según palabras de Paulo
VI "experta en humanidad". Nuestra cultura nacional tiene
una vertiente cristiana y católica indesmentible y los cristianos
por fidelidad a nuestra fe, en conjunto con todas las personas de buena
voluntad, debemos hacer un aporte para que en el tránsito cultural
que experimentamos no produzca desmedro en el hombre. Tenemos, lamentablemente,
la impresión que en este momento de la historia de la patria
quienes nos inspiramos en el cristianismo estamos en deuda con ella.
Echamos de menos ese pensamiento sólido, profundamente fiel a
la tradición y a la vez abierto, capaz de un dialogo hondo e
interpelante con la modernidad y que presente desafíos al mundo
que estamos construyendo. El Papa Juan Pablo II nos ha invitado con
coraje a una nueva evangelización, y a veces nos preguntamos
avergonzados si estamos haciendo los esfuerzos que el Papa nos pide.
Es necesario hacer un trabajo gigantesco, como el de los primeros Padres
de la Iglesia, como el que nos pidió el concilio Vat.II, para
dialogar con el mundo que nace para proponerle una verdad creíble
y para elaborar un razonamiento que brille por su propio peso.
No estamos solos en la búsqueda de la verdad, la sociedad contemporánea
es profundamente pluralista y hemos de saber insertarnos en esa realidad.
Los católicos a menudo tenemos miedo de este mundo nuevo por
la dosis posible de relativismo que hay en el. El pluralismo no es necesariamente
relativismo. Si entendemos el pluralismo como confusión de valores
eso significaría querer reconstruir en nuestra casa la torre
del BABEL. El verdadero pluralismo se basa en el amor irrestricto a
la verdad y en sentimiento humilde de que uno puede por sus intereses,
por su cultura o limitaciones estar estrechando esa verdad. En mi modo
de leer el evangelio y recibir la tradición siempre estoy interponiendo
mi pequeño modo de pensar y de mirar. Por eso el pluralismo invita
a aceptar la verdad que hay en los otros porque nadie por errado que
esté no tiene algo de verdad que transmitir según la enseñanza
de Santo Tomás. El pluralismo no se hace de silencio sino de
respeto, de un humilde escuchar y de un querer aprender y a la vez de
un querer transmitir la verdad que uno ha recibió como un don.
El pluralismo supone la voluntad de trasmitir sus creencias no por la
fuerza o la imposición sino por la persuasión que nace
de la intrínseca luminosidad de la verdad bien presentada y del
valor del testimonio. Una universidad debe buscar apasionadamente la
verdad y buscar el modo de decirla, debe buscar los argumentos para
que la verdad se imponga por si misma y no por el brazo secular. Como
discípulos de San Ignacio, que nos enseñó a salvar
la proposición del prójimo, esperamos poder hacer un aporte
a la sociedad y a la Iglesia, a la Santa Madre la Iglesia jerárquica,
a la cual declaramos una radical fidelidad.
DECALOGO
DEL HOMBRE Y LA MUJER QUE QUEREMOS FORMAR
Quisiéramos resumir lo que proyectamos, haciendo un decálogo
del hombre y la mujer que queremos formar. Me baso en ideas expuestas
anteriormente por nuestro Provincial.
Formar es mucho más que enseñar fórmulas o conocer
teoremas: es aproximar con la ciencia y con el ejemplo a los alumnos
a un modo de encarar la vida y de relacionarse con Dios, con el mundo
con los otros hombres y con ellos mismos. Quien pase por esta universidad
debe quedar marcado con un sello indeleble
1ºEsperamos
que esta universidad sea capaz de formar personas con una fe sólida
y con una visión sanamente religiosa de la existencia. que sepan
por qué y para qué viven; por qué y para qué
estudian y qué sentido tiene su paso en esta tierra. Es importante
que en estas aulas se pueda hablar de Dios tal como nos habló
de El, Jesucristo. Dios de la vida que no arrebata al ser humano su
libertad ni su modo de pensar; que no es garante de un orden social
injusto; que es cercano al hombre y en especial a aquellos que el mundo
margina.
2°
En un segundo lugar esperamos formar Hombres y mujeres, colaboradores
de Dios, que comprenden su profesión como una misión y
posibilidad de servicio, que existen para los demás y que no
busquen en primer lugar su propia realización ni su prestigio
3º
En tercer lugar quisiéramos formar hombres de dialogo, llenos
de respeto por las opiniones ajenas, que procuran abrirse a la verdad
sin relativismo pero sin fanatismos, intransigencias o descalificaciones.
Por eso las personas formadas en esta universidad deberían ser
un fermento de concordia.
4º
En cuarto lugar de este decálogo esperamos que de aquí
salgan personas que miran positivamente la creación; que sepan
amar y cuidar la naturaleza; que sepan contemplarla y reconocer en ella
las huellas del Creador, sin esclavizarse ante ninguna criatura. Frente
a la tentación de consumismo y ostentación que nos amenaza
esta Universidad debe formar personas austeras y modestas que comprendan
que los bienes tienen un destino universal
Es también importante que nuestros profesionales tengan la genialidad
de emplear medios que correspondan a nuestra realidad social, económica,
étnica para que no se constituyan en un factor de alienación.
5º
En quinto lugar quisiéramos que las personas formadas aquí
sean excelentes en sus respectivas disciplinas que hagan rendir los
talentos recibidos sin mediocridad. El país necesita para su
desarrollo profesionales de primera calidad, serios, creativos, constantes
y estudiosos. El buscar la excelencia es un modo de amar si no se hace
sólo por sobresalir.
6°
En sexto lugar es bueno recordar que los egresados de estas aulas tienen
que tener una verdadera pasión por la justicia procurando crear
con todo su empeño una sociedad más justa, solidaria y
humana. Por eso es indispensable que se estudien los mecanismos que
generan injusticia y que se tenga contacto real con los marginados,
con los más pobres y con los que más sufren,... con la
verdad de Chile.
7°
Séptimo punto de este decálogo. Para poder vivir el ideal
de Ignacio es fundamental una formación integral e integradora.
Que los hombres, los profesionales salidos de estas aulas, puedan ser
especializados pero jamás hombres de una sola dimensión.
El profesional de esta Universidad debe ser profundamente humano capaz
de apasionarse por todas las manifestaciones del espíritu y dolerse
con todo lo que quebranta la humanidad. El hombre integral tiene ese
equilibrio que le permite ser religioso sin ser beato; científico
sin perder las otras dimensiones de la humanidad; artista sin despreciar
la razón; deportista con conciencia que el cuerpo no puede ser
centro exclusivo de todo los cuidados; inquieto socialmente sin caer
jamás en el simplismo demagógico. Ciencia, arte, religión,
deportes deben amalgamarse en una síntesis armónica. Una
formación integral supone también educar la afectividad:
Cuando llegue la hora del arqueo final la gran pregunta será
si hemos sabido amar. Por eso una buena formación profesional
se armoniza con la vida de familia y con la capacidad de amistad fiel
y profunda.
8°
En octavo lugar: La formación humanizante debería dar
a los profesionales la capacidad de no escandalizarse de las debilidades
humanas. Tanto la universidad como las empresas, y hasta la Iglesia,
tendrán siempre la impronta de la debilidad y el pecado, de los
egoísmos e imperfecciones. Un hombre y una mujer maduros no deben
cerrar los ojos ante el mal. Deben reconocerlo, denunciarlo; y buscar
los remedios para que ese mal se corrija...pero, como Jesús,
no debe jamás descorazonarse ante la pequeñez humana..
9°
Noveno. Necesitamos profesionales libres para buscar, decir y vivir
la verdad.... No puede haber sociedad justa y desarrollada construida
sobre el engaño, la deshonestidad y la corrupción.
10º Nos parece finalmente que en un mundo que se unifica, es indispensable
formar personas con mirada universal que no estrechen las perspectivas
por el amor a su región y a su país. El hombre que debemos
preparar para el siglo XXI tiene raíces en su patria pero es
un ciudadano del mundo que se deja interpelar por los grandes problemas
de la humanidad .
Conclusión
Con
humildad pero con mucha verdad esperamos ser una universidad señera,
no por la extensión de sus instalaciones, ni por la cantidad
de sus recursos o por el monto de la publicidad, pretendemos ser una
contribución significativa por la seriedad académica,
por la voluntad de dialogo imbuida de un alto contenido ético
y humanista y sobre todo por ser una respuesta pertinente a los principales
problemas y oportunidades que se le presentan al país.
Antes
de venir a este acto me pareció un deber ir a uno de los lugares
más pobres de la ciudad. Al campamento El Hoyo que como su nombre
lo indica constituye un a verdadera muestra de la postergación.
Quise llenar mis retinas con ese aspecto oculto de nuestra sociedad
para que cuantos allí viven de algún modo estuviesen presentes
en esta inauguración. Esperamos que esta inauguración
ensanche la esperanza de aquellos que han recibido poco de nuestra sociedad.
Deseamos contribuir a que sus necesidades e inquietudes sin simplismos,
sin demagogia ocupen un lugar de importancia en nuestra investigación
y en nuestros desvelos académicos. Hoy la sociedad puede resolver
esos males. Esperamos ser un puente entre profesionales, empresarios,
científicos, políticos y esas personas que viven en carne
propia la iniquidad endémica de nuestra sociedad, que ha sido
más fuerte y perdurable que todos los sistemas políticos,
que todos los sistemas económicos y que se transmite de generación
en generación. Estoy seguro que el Padre Hurtado espera esto
de su universidad.
No es fácil comenzar una universidad con estos sueños
cuando la fuerza avasalladora de la cultura ambiente propone ideales
de triunfo y de realización humana que exaltan el éxito
personal, la fuerza del dinero, el gozo rápido. Pero tenemos
un patrono que nos abre el camino. Con él nos preguntamos si
es Chile un país católico y sobre todo qué haría
Cristo si estuviese en nuestro lugar. La figura de Alberto Hurtado será
una fuente de inspiración para esta universidad. Este sacerdote
santo, intelectual, doctor en Pedagogía preocupado por las ideas
de su tiempo, supo unir el estudio y la acción; la teología
y las otras ciencias; lo espiritual y lo social. En lo social no dudó
en ir en socorro inmediato del necesitado pero vio que eso no era suficiente.
Por eso estudió y combatió también la causa de
los males. Como un precursor de Puebla tuvo una opción preferente
por los jóvenes y los pobres. Fue combatido y criticado pero
no se desanimó porque supo encontrar siempre en su fe, en su
intensa vida de oración y en su amor a Cristo la fuerza para
remecer una sociedad amodorrada.
Los
grandes amores del Padre Hurtado han de marcar nuestra universidad.
Amor a Dios y a Jesucristo, Amor a María y a la Iglesia, amor
a los pobres y a los jóvenes. Y su modo apasionado de servir,
la sensación de que el tiempo nos urge cuando hay problemas serios
que resolver, y su inspiración ignaciana y evangélica
serán para nosotros un modelo.
Fundamos
esta universidad como lo dice el acta fundacional para la Mayor gloria
de Dios sabiendo que la gloria del Señor es el hombre viviente.
El Señor y su madre nos ayuden a llevar a cabo la obra comenzada.
En El sólo ponemos nuestra esperanza. Y a ustedes que nos han
acompañado en este día les pedimos a que nos signa acompañando
con su apoyo, su corrección y su consejo. Sientan esta universidad,
por favor, como algo suyo, como obra propia porque ustedes y nosotros,
laicos y jesuitas unidos, en el día de hoy la hemos fundado.
Muchas gracias.
Fernando Montes Matte S.J.
Rector
Santiago de Chile, 20 de Octubre de 1997